domingo, 18 de febrero de 2018

La vida sin intimidad en la era de Facebook

En 2006 a Tom Perrotta le tocó la lotería con el trasvase a la pantalla grande de Juegos de niños (Little Children, 2004), una novela que pasó desapercibida en su momento pero cuyo culto ha ido creciendo con el paso de los años —en España la publicó en 2007 la editorial Salamandra: búsquenla— gracias a su habilidad de volver fascinantes y significativos los pequeños detalles de la vida cotidiana en una pequeña comunidad residencial de clase media. Su última novela, La señora Fletcher (Mrs. Fletcher, 2017; Libros del Asteroide, 2018) constata el salto adelante de un autor que escribe sobre los instantes decisivos que componen nuestra vida con una veracidad punzante. Si en la película El graduado, basada en la novela homónima de Charles Webb, Mike Nichols narraba la experiencia de una relación sexual entre dos personas de muy diferentes edades desde la perspectiva de un joven universitario, Benjamin Braddock, interpretado por Dustin Hoffmann, en La señora Fletcher el observador —o más bien el voyeur— principal es un adulto, Eve Fletcher. Eve es una mujer divorciada de cuarenta y seis años y con un hijo que, en palabras de su autor, desea por encima de todo dejar atrás su viejo yo: “Agarrar todos tus errores y remordimientos y borrarlos de tu vida”. Pero La señora Fletcher no es una novela sobre las carencias y frustraciones de la madurez, o no sólo eso. Aquí también aparecen de manera descarnada las inseguridades y contradicciones inherentes a la adolescencia, con sus connotaciones acerca de la sexualidad exacerbada y la cultura de la violación. Perrotta regresa con una novela contemporánea, con un montón de jerga sobre identidad de género, que entra a saco, desnudándolos, en casi todos los tabúes sexuales, y en la que los personajes no son arquetípicos como en el cine, sino gente corriente, personas que no tienen mensajes para nadie, ni para sí mismas: mienten, traicionan, espían, merodean, lastiman, violentan. Analista perspicaz de las relaciones familiares afectadas por procesos de cambio social y moral, el autor de Lecciones de abstinencia (The Abstinence Teacher, 2007) construye una novela cruda pero impregnada por esa mirada cálida que es consustancial a toda su narrativa. Retrato feroz de las contradicciones en las que ha quedado atrapada una sociedad perdida en su propia búsqueda de placer y solaz, La señora Fletcher confirma la maestría de Perrotta a la hora de poner el dedo en las fisuras de la clase media estadounidense. Un título y un autor llamados a convertirse, al modo de los grandes escritores americanos del siglo XX, en lectura obligada para entender la vida sin intimidad en la era de Facebook.




“No fue tanto la fantasía sexual lo que la echó para atrás, sino la agobiante sensación de familiaridad que había surgido a lo largo de la noche. [...] Podía acostarse con él, incluso enamorarse de él, pero ¿dónde le llevaría eso? A ningún sitio en el que no hubiera estado ya, eso lo tenía clarísimo. Y ella quería otra cosa, algo diferente, aunque estaba por ver exactamente el qué. Lo único que tenía claro era que el mundo era muy grande y ella sólo había rascado la superficie”. 

Tom Perrotta, La señora Fletcher