jueves, 19 de octubre de 2017

Por qué Clarice Lispector

Cuatro décadas después de su muerte, Clarice Lispector (1920-1977) continúa siendo un filón de precioso mineral. Convertida en una referencia ineludible de la literatura brasileña —y, si me apuran, hispanoamericana y europea, si no estuviéramos como estamos avasallados por la hipertrofia del gusto anglosajón—, Lispector no agota la capacidad de sorprender y sorprendernos en cada nuevo libro que se publica sobre ella, como Por qué este mundo: Una biografía de Clarice Lispector (Why This World: A Biography of Clarice Lispector, 2009; Siruela, 2017) de Benjamin Moser, un libro que alimenta y regenera, alumbra y aviva la obra de la autora de La pasión según G.H., La ciudad sitiada y Un aprendizaje o el libro de los placeres. Por una vez, hablar de una escritora única, singular, original, no es un artificio retórico, sino la mejor manera de describir el latido de una obra narrativa y periodística —recopilada en Revelación de un mundo y Descubrimientos— de una sola pieza, una unidad sin fisuras, salvo las del alma femenina. Y es en esas fisuras donde Lispector edificó sus barricadas narrativas para levantar un espacio de libertad que permitiera a sus heroínas (entre los 15 y los 89 años) tener un lugar propio. Las tensiones entre lo femenino y lo masculino no sólo se daban en sus novelas y relatos —"había atravesado el amor y su infierno", dice de una de sus protagonistas femeninas, Ana, en el relato Amor—, sino también en su propio ser, que sólo se entendía si se la veía en su conjunto: "Mujer y hombre, nativa y extranjera, judía y cristiana, niña y adulta, animal y persona, lesbiana y ama de casa, bruja y santa". Hay algo que no se le puede negar a Lispector, y es que escribía con el corazón en la mano, un corazón vigilante, alerta, siempre ojo avizor, porque, como escribió en su primera novela Cerca del corazón salvaje: "Las palabras son mentirosas". Como para Proust, para Lispector la realidad verdadera era interior, aun a sabiendas de que toda comprensión intensa es finalmente la revelación de una profunda incomprensión". Hay infinitas razones para quitarse el sombrero ante Por qué este mundo, la principal es que Moser escribe sabiendo dónde pisa y obviando el camino más reconocible. Por el contrario, se zambulle hasta en los ángulos muertos del inabarcable mundo de Lispector, una escritora de padres judíos ucranianos exiliados que parecía perdida —siempre con "aspecto de extranjera, de estar pasada de moda"—, y que está más viva, más actual, que nunca. Simplemente, imprescindible. 




"Clarice Lispector ha sido menos comparada con otros escritores que con místicos y santos. Como el lector de santa Teresa de Jesús o el de san Juan de la Cruz, el lector de Clarice Lispector llega a las tinieblas del alma. Emergió del mundo de los judíos de la Europa del Este, un mundo de santones y de milagros que ya había experimentado las primeras señales de la fatalidad. Trasladó esa ardiente vocación religiosa en declive a un nuevo mundo, un mundo en el que Dios había muerto". 

Benjamin Moser, Por qué este mundo